"Lo más importante del neochozo es que os ha traído hasta aquí", me dice Antonio mientras entro en una construcción en proceso, hecha de piedras, troncos, cañas, tierra...situada en una dehesa a la que se llega después de atravesar unas cinco cancelas, en el municipio extremeño de Salvaleón. Un lugar mágico, aún con sus controversias y dificultades.

La construcción en sí es una iniciativa, entre tantas otras que tiene Antonio, para contribuir a activar un lugar (ya sea la dehesa extremeña o Berlín del este), a través de procesos de aprendizaje colectivo. El neochozo es una construcción colectiva, un proceso arquitectónico que activa conversaciones y pone en práctica otras formas de habitar y de construir. Los alrededores del neochozo serán una semillero de variedades florales que la sobreexplotación actual de las dehesas no están dejando existir.

Así pues, aquí hemos pasado un finde de convivencia, un corderito huérfano, dos ovejas comilonas, tres perros juguetones, dos alemanxs, un francés, cuatro extremeñxs y una alicantina. Hemos comprobado que la solución de telares de caña triangulares, que se producen en mesas de trabajo y luego se colocan en la estructura de la cubierta, funciona y nos gusta. Hemos conversado sobre la gestión holística de las dehesas, privadas y comunales. Sobre el eterno dilema de la sobreexplotación de los ecosistemas y de como existen procesos para el caso concreto de las dehesas, que podrían evitarlo. También hemos hablado de la gestión afectiva de estos lugares. Las dehesas son propiedad de hombres rudos. Desde la asociación local de la que forma parte Antonio, se centran en lxs niñxs, porque los que tienen ahora en su poder estos sistemas, no están dispuestos a escuchar a "los listillos que vienen a decirles como hacer las cosas".

Una vez le dijo a uno de estos propietarios: "Durante toda tu vida no ha crecido un sólo árbol nuevo en veinte hectareas de dehesa. ¿No crees que eso es insostenible y que debería cambiar?". Y dice que con esa pregunta se lo ganó un poco. A conseguido que un 10% de la dehesa familiar este libre de explotación ganadera durante los próximo diez años. Es la única forma de dejar que nuevas encimas crezcan.

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