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(diapositiva de la charla “Pensar Arquitectura”, 2006)
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Hace bastante que tengo este post en cola, sin terminar. He decidido sacarlo ya por dar posibilidad a que continúe la conversación en otro momento y en otro lugar. Y es que hace unas semanas, durante un día de derivas y descubrimientos huertanos con Verónica Francés, una cuestión se repitió bastante: la necesidad de saber detectar, traducir, contextualizar y formular las preguntas adecuadas como directriz de un proyecto de investigación, máxime cuando pretende ser un trabajo de co-investigación y cuando quien propone realizarlo parte de la condición de extranjera. En general es una habilidad de utilidad para el desarrollo de cualquier proyecto, ya sea artístico, arquitectónico, de emprendizaje, de desarrollo local, personal…donde importa mucho el cómo para que se pueda generar, allí donde sea necesario, una verdadera conversación, de esas que enriquecen a todas las partes implicadas. Todo esto lo lleva diciendo mucho tiempo Jarauta.
Ignasi Farías habló en su charla en la UA sobre los procesos de problematización, por los cuales detectamos una situación incómoda, al menos para alguien, pero no definida más allá de su superficie. Se siente, se diagnostica y se concretiza el problema. De esta manera podemos saber dónde, cuándo y para quién algo es un problema. Y así la identificación de algo como problema implica la significación de un conflicto, no un conflicto genérico y universal, sino uno que existe en un contexto concreto y determinado. Formular el problema, el conflicto, en clave de pregunta y de reto lo lleva a la acción, a la necesidad de respuestas o al menos de reacciones. Los afectos son determinantes en este proceso de significación, para no formular las preguntas desde una supuesta neutralidad, que es imposible, sino desde el propio sentir el problema de cada persona.
Hago un ejercicio de diferenciación entre la significación de conflictos y la formulación de preguntas desde un campo u otro de acción, desde un tipo u otro de proyecto. Campos de acción que habrán de ser desbordados, pero que a día de hoy, año 2015, siguen siendo las categorías con las que se clasifican algunos proyectos o prácticas humanas:
- Desde el proyecto de investigación científica:
La primera tarea de un proyecto de investigación es formular el problema que será objeto de estudio. Se supone que la función de un proyecto de investigación científico es generar un conocimiento que pueda“...permitirnos afrontar con más éxito el entorno físico y la convivencia" (Richard Rorty) . Pero a un proyecto de investigación no se le exigen soluciones, si conclusiones o indicaciones de cómo continuar la investigación. Si sólo se genera por y para el ámbito institucional académico, costará mucho hasta que ese conocimiento le sirva a alguien fuera de la investigación científica. Por eso las metodologías de la co-investigación, la investigación-acción participante o la unión de teoría y praxis, son tan deseables para quienes no quieren generar conocimiento desde laboratorios herméticos. El investigador que emplee estas técnicas tendrá que generar una estrategia de construcción de entornos de confianza que rompan los roles, y eso requiere mucho arte y creo también activismo, implicación. Hace poco planteamos un proyecto de investigación en menorca con estas metodologías por bandera. No nos han dado la beca, pero hubiese sido un fantástico escenario donde poner en práctica todo esto...
- Desde el proyecto de emprendizaje:
En una charla dentro de un ciclo de estos de emprendizaje e innovación, el ponente preguntó: ¿Qué hace una empresa para poder ser una empresa? Algunos respondieron “hacer dinero”, otros “producir innovación” y así...El ponente contestó que todo eso eran consecuencias de lo que tiene que hacer un proyecto para que sea de emprendizaje: “lo que tiene que hacer es resolver un problema”. Desde este enfoque se hace muy necesario conocer de cerca a QUIEN vas a resolverle el problema. Por eso herramientas antropológicas, psicológicas, son cada vez más utilizadas en el diseño de proyectos de emprendizaje. El Human Centered Design, es una metodología de innovación social, utilizado tanto por empresas como por ONGs como por otros tipos de organizaciones, que lleva a la práctica (al estilo americano) herramientas de co-investigación, co-diseño, co-prototipado, para resolver problemas...La clave maestra de este proceso para ellos es también saber formularlo en clave de pregunta, como reto asumible, y la empatía para conseguir que el proceso sea de interés para aquellos para los que trabajas, para los que diseñas, es decir que no sientan que son las cobayas de un proyecto para otros. La verdad es que esa charla y el método del Human Centered Design me sirvió bastante para el taller “redes local de saberes de jacarilla”, dentro de “La Ruta de Emprendedoras Artesanas”, un proyecto de definición y puesta en práctica de emprendizajes posibles desde los saberes y pasiones situados de cada una.
- Desde el proyecto de cooperación:
Este tema merece que le dedique bastante más de lo que voy a hacer ahora. La dicotomía proyecto de emprendizaje - proyecto de cooperación ha sido tan radical y simplista como la de hombre-mujer, natural-artificial y tantas otras...que han producido prejuicios y perjuicios. Un proyecto de cooperación al desarrollo puede ser, y a mi juicio debería ser siempre, un proyecto de emprendizaje social que tiene como objetivo mejorar las condiciones de vida de algún lugar, es decir, resolver problemas. Lo que tiene este tipo de proyectos cuando se llevan a cabo desde lo institucionalizado es que la visión integral del problema desde desde los puntos de vista y la participación de los implicados es sencillamente obligatoria. El diseño, la comunicación y la monitorización del proceso son imprescindibles. Pese a todas sus carencias, sus rigideces y sus controversias, que son muchas y para mi inician debates interesantísimos, considero deseable esa insistencia que desde los proyectos de cooperación se lleva haciendo en poner el foco en los procesos y en los participantes y que sea desde ahí que vayamos reformulando las preguntas.
- Desde el proyecto de activismo artístico:
El arte es usado por muchas como herramienta para experimentar con un conflicto, para formular preguntas de cosas incuestionables y así cuestionar y subvertir momentáneamente la normalidad. “La práctica artística como práctica social transformadora y subversiva, no porque asuste, sino porque en cuanto poética y crítica puede ser reflexiva” (Remedios Zafra, 2014)
Lo que quizás permiten las prácticas artísticas es formular preguntas no consideradas de interés o de utilidad científica o empresarial. En este post “ Hacia lo innombrable…” se enumeran una serie de prácticas artísticas activistas estructuradas a través de cinco problemáticas históricas sobre las que se quiso actuar desde la perspectiva feminista. Es decir que eran problemas desde esa perspectiva y no desde otra. Así que el trabajo de significación de ciertas realidades como conflictos, hizo como mínimo, que pudieran ser vistas como problemas. Cuánta capacidad de comunicación, de generación de nuevos significados, tienen las prácticas artísticas es algo que considero también va unido al reto de ser una práctica colectiva. “Postales Relato de la Calle Abaixo” se enmarca dentro de la práctica artística colectiva. Confirmé claves como la necesidad de generar esos entornos de confianza, que en este caso fue a través de una conexión directa, sin resistencias, con algunos habitantes y activistas locales. A la vez me faltaron muchas claves para resolver el taller con éxito. Claves que aún no tengo.
- Desde el proyecto de activismo político...:
En una entrevista a Regina José Galindo decía no considerar sus performance dentro del activismo, incluso aun con la fuerte carga crítica y la exposición a la que somete su cuerpo en ellas. Decía que sus amigos activistas están en la calle y trabajan para encontrar soluciones prácticas a problemas concretos. Yo entiendo este comentario, igual que entiendo pertinente la pregunta de esta entrevista: DPCYL: ¿Crees que la producción teórica va acompañada de una invitación a la acción? Creo, como quien contesta, que la respuesta es: en parte sí, no en todo, y en cualquier caso deseo que la tendencia sea a desbordar los campos estancos de trabajo…Yo deseo creer en el Manifiesto Afectivista de Brian Holmes, desde cualquier práctica, no sólo la artística, o mejor, haciendo artístico cualquier proyecto, a la manera en que lo entendía Levi Strauss:
“Diríamos más bien que Lévi-Strauss se conforma, a la hora de proponer una teoría general de las prácticas y las formas artísticas, con los esbozos trazados en el primer capítulo de El pensamiento salvaje (FCE, México DF, 2006 [1963]) ... En ellos se establece que el arte se colocaría a medio camino entre el conocimiento científico y el conocimiento que podríamos llamar mítico o mágico, siendo el papel del artista algo instalable entre el del sabio y el del narrador de mitos o el hechicero de otras sociedades.”
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