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Fue un poco extraño terminar de leer “Muerte y vida de las grandes ciudades” mientras recorría (y sigo recorriendo) el sur-suroeste rural de españa, de pueblo en pedanía o barriada rural o casa de campo, trabajando y viviendo experiencias con algunos de sus habitantes. Muchos pueblos, mucha vida rural, muere, como lo hacen las ciudades por otras causas, pero tienen en común esos agentes disruptores de la normalidad, del proceso de ruina y decadencia. Pequeños grupos de personas, a veces organizados en red, que llevan a cabo procesos de revitalización de los entornos que habitan. Agentes extraños en lo cotidiano rural, que ya de por sí supone unas formas de habitar evidentemente diferentes a las de las grandes ciudades. Jane Jacobs lo deja bien claro al principio de su libro: lo que aquí cuento no es de aplicación para medianas ni pequeñas ciudades, y mucho menos para pueblos. Y también deja claro que no considera al medio rural capaz de ofrecer una vida plena, interesante, estimulante e innovadora.
Jacobs se crió en un pueblo americano y debió pasarlo mal, ;) pero a parte de esto hace una crítica, con toda la razón, a la idea romántica burguesa de la naturaleza y de los campos de cultivo, porque esa vida rural idealizada solo es propia de quien no ha trabajado el campo ni ha tenido que autoconstruir su casa. Y también es propia de quien no ha vivido esa falta de anonimato propia de la vida en pequeñas comunidades cerradas y amigas de crear hegemonías. Algo que puede coartar o dificultar mucho el desarrollo de las subjetividades y de identidades fuera de lo común establecido.
Yo estoy de acuerdo con toda esa crítica. Pero de ahí a pensar que no existan personas que, por su forma de ser vayan a tener una vida más plena, interesante, estimulante e innovadora que si vivieran en grandes y densas ciudades, hay una gran distancia. Yo si pienso que existían cuando Jacobs escribió su libro (1961) y que siguen existiendo esas personas (y esas etapas de sus/nuestras vidas). Y para entender esas vidas, esas formas de habitar, y así poder contribuir en resolver nuevos problemas de necesidad o deseo, son necesarios, (a parte de otras concepciones sobre la configuración del territorio que han superado la estricta dicotomía entre rural y urbano), los mismos hábitos de pensamiento que Jacobs proclamó fundamentales para entender a las ciudades (no digo que sean suficientes pero si necesarios):
- Pensar en procesos.
- Trabajar inductivamente. De lo particular a lo general.
- Buscar indicaciones o señales singulares, que impliquen cantidades muy pequeñas que revelen la forma en que operan cantidades mayores y más abundantes.
Me quiero centrar ahora en el tercer punto. Jacobs se refiere a estas singularidades como esas cosas no promedio, despreciadas por las estadísticas y que sin embargo ayudan a comprender lo promedio:
“Lo singular puede ser físico, como en el caso de los pequeños elementos que atraen la vista en un escenario visual mucho más amplio, un escenario más promedio. Puede ser económico, como las tiendas especializadas en un solo artículo; o cultural, como una escuela poco corriente o un teatro experimental por ejemplo. Lo singular también puede ser social, como en el caso de los personajes públicos, lugares por donde deambulan las personas y hasta residentes o usuarios que sean financiera, vocacional, racial o culturalmente singulares.
..las cantidades non-promedio son importantes como medios analíticos, como pistas.”
Y ahora me propongo hacer un listado, sin ser exhaustiva ni rigurosa en las descripciones, de alguna de esas rarezas, singularidades rurales que he conocido a lo largo del 2015:
- Algunos casats de lloc menorquines con nuevos moradores que los están rehabilitando y reactivando a través de nuevas ofertas socio-culturales y de producción agrícola. En algunos de los casos, los que conocí más de cerca, lo hacen desde éticas ecologistas-decrecionistas, bajo los principios de la permacultura, con deseo de una vida en comunidad y con una gestión consciente de los recursos, dentro de un entorno silvestre, libre, gestionado participativamente y, a veces, con cierta afinidad por algo así como “una experiencia cotidiana mística, que diluya y reconecte al cuerpo con lo demás”. De hecho, esa experiencia mística es en parte el servicio que ofrecen. Puedes sentir más o menos afinidad, pero la realidad es que este tipo de ofertas tienen demanda en un contexto rural como el de Menorca. (aquí la propuesta de investigación que presentamos para poder investigar estas singularidades rurales)
- Algunas casas de la huerta alicantina y murciana, reconvertidas en un caso en sede de una emisora de radio de música independiente que organiza eventos en la misma casa en la que emiten, ampliando la oferta de ociocultura rural, o en una residencia artística que apuesta por las prácticas artísticas que puedan servir como motor de dinamización y de desarrollo del pensamiento crítico en un entorno o comunidad glocal.
- Algunas fincas, terrenos, en los campos de Cádiz, gestionados por cooperativas o asociaciones, especializados en la producción de calidad agroalimentaria y en la oferta de otros usos y experiencias en sus propias instalaciones. Es el caso de la Sociedad Cooperativa “Campo de las mieles”, una empresa familiar que gestiona con una visión integral la finca “Rancho Cortesano. O, mucho más joven, el caso de la asociación y futura cooperativa La Yerbabuena Campesinos, con la que hemos y seguimos trabajando, y que me dejo para otro momento reflexionar sobre ella, porque merece un post aparte, ;)
- Algunas iniciativas extremeñas como BBB Farming, que a parte de crear un grupo de consumo que conecta urbanitas con la producción ecológica rural de su entorno, crea eventos para colectivizar dicha producción. Y más recientemente, La Fábrica de toda la Vida, un verdadero ejemplo de tesón por la revitalización colectiva, comprometidos con la gestión social de los bienes comunes y la oferta de ocio y otros servicios en los valores de la “cultura libre y colaborativa” en un entorno rural, teniendo como campo de experimentación y de batallas principal lo que para unxs es un patrimonio y para otrxs un residuo industrial, es decir, la antigua cementera Asland.
Queda reflexionar cómo estas singularidades y otras, unas que persisten y otras que no continúan, pueden ayudarnos a comprender su contexto, lo promedio mismo situado en un tiempo y en un lugar concreto. Como este post es ya largo, y la respuesta a la pregunta debe serlo también, dejo para el futuro seguir reflexionando sobre esta cuestión.
(en un concierto en la sede de Radio Vega Baja)
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(una de las exposiciones dentro de un festival de fotografía organizado por La Postiza)
4 comentarios:
Estando ya en Berlín he conocido un proyecto que me recuerda mucho a todo lo que estás comentando, el KuKu Projekt ( https://kukuprojekt.wordpress.com ). Que me encantó e interesó por lo que comentas, un indicador de que ahí sucede algo más y de que hay inquietudes que no tienen por qué ser inseparables de la gran ciudad y de la alta densidad de población. Un centro de arte en la naturaleza, con casa para artistas para poder desarrollar proyectos. Una vez en marcha, parece tan lógico y normal...
María, es increible cómo te mezclas con lo que investigas, llena de reflexiones interesantes que no te condicionan demasiado como para no ver lo concreto y confundirte. Tu manera de mirar parece una técnica capaz de desbordar la mera descripción de la realidad y se nota que te has apropiado de manera personal, vivencial, desde las experiencias que encuentras y en las que te implicas, de la sociopraxis de Villasante. Y tanto más. Mucho ánimo y espero que coincidamos pronto
Hola Robert! Desde el año pasado sigo el blog de Andrea Milde, una de las principales personas por las que existe el KuKuprojeckt. A ella la conocí en un congreso en Galicia. En su bitácora puedes leer las idas y venidas de este proyecto y de sus vidas, así como el proyecto personal de Andrea, tejer cosas, materiales y no materiales (https://amilde.wordpress.com/) y también en las entrevistas del documental "La extraña elección". Desde luego son una singularidad rural de la que poder aprender mucho, tanto por lo que ha funcionado como por lo que no, por el "antes, durante y después" del Kukuprojekt o de Andrea Milde, una tejedora de espacios creativos y críticos, que admiro, en Aguilar de Campoo.
T
Que bonitas palabras Gonzalo y que bien verte por aqui! Gracias. Que sigamos compartiendo reflexiones, temas de interés, metodologías y herramientas para colaborar en que florezca aquello que más nos creemos y nos motiva. Un abrazo
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